martes, 1 de febrero de 2011

ciruelo start

Los ojos de mi amiga  brillaban.
Estábamos debajo del ciruelo. Pleno verano. Ella con su vestido liviano, mate en mano, y yo fresca de algún chapuzón en la pileta.
El brillo de sus ojos era especial ese día. Bah, el brillo de los ojos de mi amiga siempre es especial. Por ejemplo, si esta enojada son dos puñales, hay que esquivarlos o enfrentarse valientemente. Pero cuando Graciela esta contenta el brillo de sus ojitos marrones te sigue y te sigue y al fin te reís con ellos. Con esa carcajada que sólo  Graciela te contagia.
Aunque las dos sabíamos que la vida nos había reubicado varias veces en diferentes paisajes, yo al menos, no podía imaginármela en Estados Unidos.
Nos miramos con una lentitud y profundidad muy especiales, mientras se escuchaban las risas de la gente en el jardín, tomando mate y contándose historias. Ellos, a la sombra de los paraísos que caen desde la calle con sus ramas largas y frondosas. Nosotras, debajo del ciruelo.
-Me voy Negra, me voy a Estados Unidos. Lo tengo decidido. Una varita mágica me tocó cuando menos lo pensaba. Y me voy.